martes, 28 de abril de 2009

Videodrome

El cine de David Cronenberg duele. Pero no duele tanto porque hurgue en lo más escondido de nuestras mentes o porque apele calurosamente a nuestros sentimientos sino porque araña, golpea, hace sangrar, deja cicatrices y acaba matando. Sus imágenes apuntan directamente hacia el cuerpo humano para crear sobre él, modificando sus formas, sus propósitos y, finalmente, dando vida a un nuevo organismo que trasciende la aparente terrenalidad de su origen. Videodrome podría considerarse como la primera obra de madurez del cineasta en referencia a estos temas que posteriormente continuaría tratando, ya con algo más de sofisticación y refinamiento.

Con bastantes dotes de visionario, Cronenberg intuye en este film el peligroso poder que un medio de comunicación como la televisión está alcanzando ya a principios de los años ochenta. La pantalla se convierte en el intermediario por el cual los espectadores pueden acceder, todavía clandestinamente, a momentos de violaciones, vejaciones, asesinatos… hechos que buscan fuera de sus experiencias vitales. Una crítica a esa nueva sociedad emergente que empieza a sustituir permanentemente su propia existencia por los contenidos televisivos, muchas veces sin saber sin son reales o no. Sin embargo, lo que podría haberse quedado en una reflexión sobre las consecuencias psicológicas y sociológicas de esta nueva situación se convierte, en manos de Cronenberg, a una materialización tangible de esta nueva adicción.

En el film, la alienación sufrida es principalmente física. El cuerpo de Max es modificado, pervertido, adueñado y en última estancia destruido por aquello que lo domina. Evidentemente, todos estos cambios también tienen su repercusión mental, pero el director prefiere mostrarnos como Videodrome entra, al igual que cuando introducimos una cinta de vídeo en un reproductor, literalmente en el cuerpo del protagonista y como crea mutaciones en sus extremidades, llegando a convertir una de sus manos en un apéndice en forma de pistola. Lo corpóreo incluso es transmitido a lo inanimado: el televisor, los altavoces y demás objetos de esta nueva tecnología adquieren “vida”, en concreto “vida sexual”. Todos ellos empiezan a moverse, a latir, a jadear, en definitiva, empiezan a excitarse. También los seres humanos del film viven una sexualidad que complementa esa visión del cuerpo como receptor último y primero de todas las experiencias: relaciones sexuales, insinuaciones, labios carnosos en primer plano, sadomasoquismo... Un continuo halo de erotismo que se integra en el discurso de Cronenberg sobre el cuerpo.

El cineasta acierta en envolver todo el film en un ambiente oscuro, malsano; de una estética bizarra y fría que no hace más que acentuar esa sensación de fatalidad que desde los primeros minutos podemos intuir. A pesar de que la mayoría de las secuencias se desarrollan en lugares comunes para cualquier espectador (oficinas, apartamentos) no hay ningún tipo de calidez en la escenografía. Los acontecimientos tienen lugar en espacios cerrados, despersonalizados, casi industriales; en días grises y apagados. La cotidianeidad está incluso patente en los efectos especiales que huyen de la grandilocuencia para adquirir una apariencia artesanal, casi primitiva. Cronenberg abandona también cualquier tipo refinamientos en la puesta en escena. La acción transcurre sin concesiones ni rodeos, todo es directo, con unos diálogos aparentemente intrascendentes pero que nos sirven para comprender la evolución de la trama.

Y entre tanto pesimismo y aspereza, sólo un final puede ser posible: la destrucción del cuerpo que tanto ha sufrido. Max, ya completamente alienado y mutado, culmina las consecuencias de sus psicóticas alucinaciones en su propia muerte. Una muerte que es el punto último de esa degeneración y, a la vez, el inicio de una liberación que de ninguna otra manera hubiera ocurrido. El cuerpo finaliza su particular metamorfosis delante de un televisor, delante de su propio verdugo. Pero, paradójicamente, el cuerpo deja de existir excepto para la pantalla que lo ha destruido. La imagen de ese cuerpo dentro de la pantalla es lo único que perdurará.

1 comentario:

Mr. Pato dijo...

Ay!!! Qué buenas manos tienes!

Sigue así pollo!